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martes, 1 de agosto de 2017

Cuento publicado por Antología Penumbria

Revista que seleccionó un cuento de mi autoría titulado "Mi fantasma"♥️😉
https://issuu.com/penumbria/docs/penumbria39__2_
    

                       Mi fantasma

Pasaba de la media noche. Marianne, empapada en sudor, pujaba con gran esfuerzo a los ocho meses de gestación.
El parto  había empezado hacía cinco horas. La partera los había abandonado a su suerte.

Los nervios de Marcos estaban quebrados. El llanto desesperado de su esposa, lo superaban.

—Tranquila, el bebé está por llegar —pidió a su esposa, mientras secaba el sudor de su frente.

Meses atrás, los médicos habían detectado un problema en el bebé que Marianne llevaba en su vientre.
Seis meses en cama, con cuidados extremos lograron que aquel bebé tan deseado por sus padres, creciera en su interior.

Las horas pasaban, el cansancio y la debilidad de Marianne eran evidentes. Sus gritos  se convirtieron en simples quejidos.

Marco  la observaba preocupado. Le hablaba para evitar que se quedara dormida. Temía que ya no despertara.

—¿Quieres intentarlo una vez más? —preguntó a su mujer.

Esta asintió, se agarró a sus rodillas y pujó con fuerza.

El llanto de un bebé le arrebató un suspiro. Una sonrisa se dibujó en su rostro antes de desplomarse en la cama.

—¡Marianne!

El grito de horror de Marco llamando a su mujer, se escuchó como un alarido.

El llanto del bebé, lo arrancó de las garras del desespero. Se limpio la nariz, respiró hondo y lo tomó entre sus brazos. El llanto cesó de inmediato.

Sus ojos negros como el petróleo se abrieron a tope. El rostro de su hijo estaba malformado. Parecía como si un balde de agua hirviendo le hubiese caído encima.
Gimió de horror, lo cubrió con una sabana y lo dejó sobre la cama.

Por años Marco mantuvo encerrado al pequeño Erik, dentro del cuarto de aquel edificio ubicado en la Calle de los Mártires.

Lo evitaba, su presencia le recordaba la triste noche en que Marianne había muerto. Culpaba al pequeño monstruo de su desgracia. Se limitaba a ofrecerle alimento dos veces al día cubriendo su falta de afecto con decenas de libros.

El día de su cumpleaños numero nueve, Erik, que para ese entonces leía con asombrosa habilidad,  pidió un obsequio especial a su padre.

—Padre, ¿me comprarías un órgano?

Entre los libros usados que Marco facilitaba a su hijo, incluyó uno de historia musical. Gracias a éste, nació el interés de Erik hacia ese peculiar instrumento.

—¿Un órgano?, ¿a caso estás bromeando? ¡De donde sacaré dinero para comprar semejante instrumento! —lo cuestionó de forma hostil.

Erik se encogió de miedo. No comprendía que su padre, y único contacto con el exterior, lo tratará de forma  cruel.

—Podría trabajar —comentó armándose de valor.

—¿Quién te dará trabajo con ese rostro?

Erik no entendió aquellas palabras, nunca se había visto en un espejo. Pero sí lo había tocado. Varias veces se preguntó por qué la piel de su rostro, se sentía arrugada.

Agachó la mirada y respiró hondo.

El tiempo continuó su paso, Erik había cumplido dieciséis años.

Después de varios intentos, su padre le permitió acompañarlo a entregar los zapatos que él mismo había reparado la noche anterior.  Aprendió al verlo trabajar.

En un principio Marco se mostró reacio, no aceptaba la ayuda de su hijo, pero terminó por ceder al convencerse de la habilidad que poseía. Eso sí, le ordenó ponerse una máscara que le cubriera el  rostro.

Erik obedeció, creía que su padre quería protegerlo de posibles burlas de las personas que encontraran en su camino.

En un principio,  lo miraban  curiosos, pero pronto terminaron por acostumbrarse.

Gracias a eso, Erik comenzó a obtener  independencia y libertad.

Todos los días, sin que su padre se enterara, Erik visitaba la iglesia que quedaba a unas  calles de donde vivía. Pasaba horas escuchando la suave melodía que provenía de aquel enorme órgano.

—¿Te gusta? —preguntó un hombre regordete. Erik se arrinconó en la banca— tranquilo, no debes temerme. Yo puedo enseñarte a tocarlo.

El rostro de Erik se iluminó ante la propuesta. Hacía años que deseaba aprender a tocarlo.

—¿De verdad?

—Por supuesto, ¿cómo te llamas?

Desde ese momento, entre ambos, nació una gran amistad.

Erik recibió de ese extraño, el cariño y la atención que siempre había deseado recibir de su padre.

En cuestión de días, y tras la sorpresa de su nuevo amigo, Erik dominó el instrumento. Lo hacía con tal gracia que las notas se convertían en una dulce melodía que acariciaba los oídos de los presentes.

Cierta ocasión, una joven de cabellos dorados y piel blanca, llamó su atención. Su corazón palpitó con fuerza.

Ella lo miró curiosa de saber por qué razón un genio de la música, escondía su rostro detrás de una máscara blanca.

—Hola —saludó.

La voz débil de aquella bella mujer le erizó la piel. La observó con descaro. Su belleza y ternura lo enamoraron al instante.

Todas las mañanas, Christine, asistía a misa, no solo por devoción, sino porque sentía  urgencia de ver y escuchar las melodías que Erik interpretaba.

Christine lo acompañaba por horas. Le maravillaba escucharlo, la pasión que ponía en cada nota le hacía brincar el corazón de emoción.

—Te quiero —dijo Christine para después sorprenderlo con un beso en la mejilla.

Erik dejó de tocar, se puso de pie y emprendió la huida.

—¡Erik, espera! —gritó mientras corría detrás del hombre que amaba.

La falta de concentración en el camino, le impidió observar un auto que se aproximaba.  Tarde cayó en cuenta de ello. El auto la golpeó con fuerza.

—Resiste, Christine, la ayuda llegará pronto —dijo Erik mientras sostenía su cabeza entre sus brazos. Sus manos temblaban a ver como la vida de la mujer amada, se consumía.

—Te amo, Christine.

Dijo despojándose de la máscara que lo había mantenido cautivo por años.

Christine lo miró. Antes de cerrar sus ojos, acarició su rostro con adoración.

—Mi bello fantasma —dijo con su último aliento.

El dolor de Erik fue transmitido a todas las óperas que compuso a su bella Christine.

Cada noche, el telón se levantaba. La gente asistía con júbilo solo para escuchar al  Fantasma de la Ópera.





3 comentarios:

  1. Mantienes al lector instalado allí frente al monitor atento a lo que se viene. Atrapas. Me gusta como escribes.

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    1. Un gusto y un aliciente leer tan lindo comentario.
      Gracias! 😊

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    2. Gracias por tomarte un tiempo para leer lo que escribo.
      Saludos! 😊

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